martes, 28 de abril de 2020

ECOS DE HUMANIDAD ANIMAL


            La actuación humana ha alterado considerablemente el funcionamiento de los ecosistemas de todo el planeta; aunque cuando dicha intervención se realiza trabajando dentro de un sistema natural de producción y abastecimiento, se transforma en una colaboración dentro de los ecosistemas que resulta de suma utilidad; recordemos que los ecosistemas son inestables y necesitan de cierta anarquía para perfeccionar su funcionamiento; esta intervención anárquica viene dada por los cultivadores tradicionales, con los métodos naturales de abono y la rotación de cultivos para no agotar la tierra; o por los ganaderos de especies autóctonas, generalmente trashumantes, cuyas reses, aparte de abonar el terreno en el que pastan, expanden las semillas de numerosas plantas que las utilizan para tal fin. Hay paisajes extensos, con un exquisita belleza natural y un funcionamiento armonioso, que no serían lo que son sin una intervención humana respetuosa y en armonía con el entoro; podemos citar como ejemplo las extensas praderías y bosques de los montes cantábricos, o las extraordinariamente productivas -ecológicamente hablando- sabanas del semidesierto australiano.

            Aparte de estas actuaciones tradicionales y adaptadas al ecosistema somos especialista en interferir destructivamente, de forma consciente, calcylada y premeditada, en aras de un supuesto desarrollo basado en el incremento económico, demográfico e industrial, con su carga contaminante añadida y su contundente implicación en el Cambio Climático. Aparte de esto, alguna otra acción humana, en este caso involuntaria o no calculada, puede ocasionar alteraciones en los ecosistemas, y sólo el tiempo nos dará a conocer su resultado.
            Por ejemplo, podemos considerar inevitable la propagación de las especies vivas, por medios absolutamente dispares y a lo largo de toda la existencia de la Vida en la Tierra, hasta el último confín el planeta. Especies que tuvieron su origen en Asia fueron capaces de alcanzar América u Oceanía; otras que se originaron en el pretérito continente de Gondwana, alcanzaron, mediante el increíble barco llamado posteriormente La India, el sur del continente asiático, invadiendo los descendientes de estos primitivos animales la nueva tierra alcanzada.

            Sin embargo, si esta dispersión se ha realizado antiguamente de forma natural, ahora se han encontrado las especies viajeras con una vía de transporte increíblemente rápida y eficaz: los barcos, trenes, aviones o automóviles puestos a su disposición por los gentiles humanos. Las ratas han invadido el mundo, igual que las cucarachas; los conejos -estos transportados conscientemente- hacen el Agosto en Australia; los gatos en Nueva Zelanda, y el escarabajo de la patata en todas partes. La historia de este minúsculo animal puede darnos una idea de la vocación viajera de algunas especies.
            El escarabajo de la patata (Leptinotarsa decemlineata) fue descubierto en Colorado (EE.UU.), estando confinado a mediados del siglo XIX en las Montañas Rocosas, con dos variaciones geográficas aisladas en las altas regiones de México. Cuando los primeros colonos remontaron el alto valle del Mississipi, llevaron en sus ropas, y en los pelos de sus animales, las espinosas semillas de las plantas que servían de alimento al escarabajo, una variedad de solanáceas, propagándolas a lo largo de todo el recorrido que estos pioneros realizaron. En 1860, el escarabajo, siguiendo la línea de propagación de la planta, ya se encuentra en los campos de patatas de los buscadores de oro en California. Los insectos aprovecharon la construcción del ferrocarril Pacific Railway, que recorre Norteamérica de Oriente a Occidente, pudiendo alcanzar así el Este del continente, hasta que en el otoño de 1875 llegaron en desbandada a Boston y a los puertos del Atlántico. En 1877 el escarabajo embarcaba y alcanzaba Alemania, desde donde planificó la invasión del Norte de Europa. Otro contingente del insecto llegó, en 1917, con los soldados americanos que participaron en la Primera Guerra Mundial, y conquistaron la región de Burdeos. En 1934 prácticamente tomaron Francia, y, desde allí, antes de la Segunda Guerra Mundial, habían sometido a toda Europa.

            Evidentemente, no han sido sólo los escarabajos los beneficiarios de los avances de la tecnología humana; puede citarse el caso de las cigüeñas que emigran de Europa hacia África, estas aves originalmente estaban obligadas a realizar el viaje exclusivamente de día, para aprovechar las corrientes de aire ascendentes ocasionadas por el calor del desierto, con lo sofocante que esta travesía puede llegar a ser; en la actualidad realizan gran parte del recorrido volando de noche, evitando así el calor del Sahara, y utilizan las corrientes térmicas que, procedentes de las grandes llamas existentes en las torres de los campos petrolíferos, les permiten mantener la altura de su vuelo, al tiempo que, probablemente, el pasar de un campo petrolífero a otro les sirve de orientación para llevar a buen término su viaje migratorio anual.
            Sorprende este excepcional grado de adaptación que nos muestran el escarabajo, la cigüeña, las ratas, los perros y muchas otras especies, entre las que se pueden citar numerosas plantas,  algo que entra en abierta contradicción con la apabullante inferioridad que en algún sentido manifiesta la especie humana, cada vez más perdida en entornos naturales y más dependiente de la tecnología..
            Otro aspecto en el que los humanos parecemos inferiores (quizá más que parecerlo lo seamos realmente o, como poco si no inferiores al menos similares) con respecto a algunas especies animales radica en la capacidad comunicativa con los diferentes, tanto humanos como no humanos. Por ejemplo, tras numerosas investigaciones etológicas, con la intención de desentrañar las costumbres y modos de comunicación dentro del mundo animal, se ha avanzado lo suficiente como para determinar, sin ningún lugar a dudas, que la gran mayoría de especies manifiestan algún tipo de comunicación sistematizada, pudiendo en algunos casos asegurarse que poseen un lenguaje en toda regla; sin embargo, ningún humano ha sido capaz de aprender la clave de estos lenguajes hasta el punto de hacerse entender por la especie estudiada. Pero la culpa no es de los animales; ellos nos sacan la suficiente ventaja como para poder aprender las claves comunicativas que nosotros les enseñemos; el ejemplo más claro lo encontramos entre los simios antropoides, pues aunque la diferenciación fonética impide el aprendizaje de cualquier idioma hablado, sí muestran una especial predisposición para aprender a comunicarse mediante signos informáticos o, mucho más comúnmente, y no menos admirable, mediante el lenguaje gestual de los sordomudos.

            Un caso notable fue expuesto por los doctores Allen y Beatrice Gardner, de la Universidad de Nevada, quienes habían adoptado desde su nacimiento a la chimpancé Moya, la cual había aprendido en poco tiempo hasta 117 palabras del lenguaje de los sordomudos. Una de las aficiones favoritas de la simpática mona consistía en dibujar garabatos en un bloc, al tiempo que "papá" Gardner trabajaba en su despacho. Un día realizó un dibujo muy esquemático en una hoja limpia, por lo que el Dr. Gardner indicó a Moya que lo completara, a lo que el animal contestó: -¡Está terminado!-; Gardner preguntó entonces qué representaba el dibujo, Respondiendo Moya tajantemente: -¡Pájaro!-. Como el doctor no quedaba muy satisfecho con la representación, dudando de si se trataba realmente del dibujo figurativo de un pájaro, o del símbolo que lo representa en el lenguaje de los sordomudos, repitió varias veces la pregunta, a lo que la mona respondía permanentemente -¡Pájaro!-, al tiempo que miraba a su tutor como quien mira a un estúpido que no comprende algo tan elemental.
            La obra de otros dos extraordinarios simios pintores, el chimpancé Congo y el mono capuchino Pablo, fue presentada en sociedad ante diversos expertos en arte moderno, por el zoólogo Bernhard Rensch, quien mostró los cuadros sin indicar su procedencia; los expertos indicaron que las obras mostraban una armonía y un dinamismo extraordinario, tanto en las formas como en el colorido, al tiempo que un experto psicólogo afirmó que tales trazos sólo podían proceder de una muchacha altamente agresiva y esquizoide. Ante la curiosidad general por el autor de dichas pinturas, Rensch desveló su identidad, lo que motivó que, actualmente, tenga este zoólogo muchos enemigos en el gremio de críticos de arte, quienes consideraron la experiencia como una burla a la pintura moderna.
            Pero lo que queda de manifiesto es, precisamente, la gran capacidad de expresión mostrada por los monos, tanto dialécticamente en el primer caso, como artísticamente en el segundo, invadiendo terrenos supuestamente reservados a los humanos; Ellos son capaces de aprender a entrar en nuestro mundo. ¿Somos nosotros tan inteligentes como para aprender a entrar en el suyo?
            Los gestos de humanidad de los animales no se limitan a los simios ni a los mamíferos; el etólogo alemán Vitus B. Dröscher[1] nos ilustra un emocionante caso registrado entre las aves:


            “Cuando sobrevino la desgracia, los ánsares comunes Peer y Senta llevaban largos años de feliz e inseparable vida en común. Pero un día, unos científicos apresaron a la hembra en un lago situado en Abbensen, cerca de Peine (Baja Sajonia de la República Federal de Alemania), para efectuar experimentos de laboratorio con ella.
            Peer logró escapar gracias a la confusión de la captura. Lo lógico era que, después de lo sucedido, creyera que Senta había muerto a manos de los hombres. Pero el ánsar, en vez de buscar nueva pareja, se aferró a la idea de que Senta estaba viva y podría encontrarla de nuevo en cualquier momento y en cualquier parte.
            El verdadero amor consiste precisamente en considerar posible lo que menos probable es, y en no ahorrar esfuerzo para reunirse con el ser querido. Durante medio año, Peer voló cada tercer día sobre el lago de Abbensen, dando grandes voces. Además recorrió todos los lagos, ríos, estanques y hasta las más insignificantes charcas de toda la región, desde Hannover hasta Hildesheim, Braunschweig, Gifhorn y Celle.
            Al cabo de medio año, por fin, los científicos terminaron sus experimentos con Senta y la dejaron en el pequeño lago de Dowe, próximo a Braunschweig y que sólo tiene una extensión de 100 x 100 m. Dos días más tarde la había descubierto Peer. Volando en picado aterrizó junto a ella. Ambos ánsares extendieron al máximo sus alas, revolotearon llenos de excitación pecho contra pecho hasta alcanzar los tres metros de altura, se abrazaron con entusiasmo y entonaron un largo concierto de trompetas”.

            Nuestra superioridad con respecto a los animales, evidente en algunos aspectos, queda en entredicho en otros con muchos ejemplos que podemos entresacar de los textos de etología, o de la experiencia diaria con los animales domésticos; por lo menos moralmente somos comparables, y en algunos casos nos aventajan claramente. Únicamente la tecnología nos permite poseer un poder sobre el resto de la Naturaleza, pero, como hemos visto, nuestra confundida inteligencia y visión de futuro, junto con una buena dosis de egoísmo, nos lleva a utilizar este poder tecnológico contra la naturaleza y, por lo tanto, contra nosotros mismos, directa o indirectamente. Desde este punto de vista, la superioridad tecnológica de la humanidad, salvo que se produzca un cambio radical en su intención y posterior desarrollo, no es sino la manifestación de nuestra soberana estupidez.


    [1] Vitus B. Dröscher: "Los animales son también humanos". Planeta. Barcelona, 1986.

4 comentarios:

  1. Desde luego los animales tienen mucho que enseñarnos, como prueban los datos que nos traes. Qué bonita la historia de los ánsares, y he flipado con la dispersión del escarabajo de la patata y al saber cómo las cigüeñas aprovechan para volar por la noche sobre el Sáhara gracias a la intervención humana.
    De las invasiones naturales de otras especies que cambian de hábitat poco voy a objetar, pero de las provocadas por los hombres por su estulticia, sí. Estoy de las cotorras que han invadido nuestros parques hasta el último pelo, qué tortura, por favor.
    Genial, artículo, muy didáctico porque he aprendido un montón.
    Un abrazo.

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    1. Hola Kirke. Sí, cuando recogí estos datos yo también me sorprendí. Respecto al problema con las cotorras parece que no aprendemos. Consciente e inconscientemente hemos generado graves problemas ambientales y sociales al expandir especies exóticas por el mundo; por ejemplo los conejos en Australia y Nueva Zelanda.
      Un abrazo.

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  2. una maravilla de texto lleno de sensaciones que has escrito y me han llenado de magia en el momento

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    1. Muchas gracias por el comentario. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.

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