Si en otros post hablaba de generalidades medioambientales, ahora hablo de particularidades y, a este
nivel, las críticas que puedo recibir son enormes; sin embargo, es aquí donde
empieza la integración en un sistema natural de funcionamiento orgánico; de
nada sirven las bellas palabras y los grandiosos discursos sociales si cada uno de nosotros,
interiormente, no estamos realmente convencidos para su aplicación de un modo
absolutamente personal. En este sentido, sin embargo, las predisposiciones
particularizadas para la actuación en favor del organismo Gaia chocan
frontalmente con el interés de la comodidad personal; nadie piensa en el
desierto mientras circula a 120 kilómetros por hora en una autopista, sino en
lo pronto que llegará a cenar a su casa, igual que nadie piensa en el efecto
invernadero mientras mantiene la calefacción conectada durante todo el día; en
la casa de una persona así, se cena a determinada hora, y dicha persona cumplirá
fielmente; y la temperatura ambiente de su hogar permanecerá constante en 25°, lo que le
reconfortará cuando llegue a casa tras una invernal jornada de trabajo. Poco
a poco, nuestra comodidad individual tenderá a poseer un depurador atmosférico
instalado en nuestro domicilio para impedir la entrada de la tóxica atmósfera
exterior; o a disponer de un adecuado vehículo ultratecnológico que nos permita desplazarnos a
nuestro centro de trabajo a salvo de las nocivas radiaciones ultravioletas. La
tecnología nos proveerá de comodidad, pero Gaia habrá muerto, y nosotros, o
nuestros hijos, seremos los siguientes en el acta de defunción; pero eso sí,
moriremos cómodos.