Estáis leyendo mi blog y os
considero amantes y defensores de la Naturaleza, difícilmente podría ser de
otro modo. Sabéis, como yo, que estamos en un período crítico, de emergencia
climática, de saturación de vertidos contaminantes, de islas de plástico en el
océano, de extinción de numerosas especies animales y vegetales. Y lejos de
encontrar soluciones y aplicarlas, todo empeora. La voracidad de nuestro modo
de vida, occidental y moderno, no tiene límites.
Somos conscientes de ello,
por supuesto, pero este régimen destructivo nos viene impuesto desde las “altas
esferas” de la sociedad: políticos, multinacionales, especuladores,
industriales… Y nosotros nos dejamos llevar como borregos, bien por comodidad,
bien por desidia, bien por ignorancia. Esto último las más de las veces. De
mantenernos ignorantes ya se encargan “ellos”.
Otros reaccionamos.
Luchamos, actuamos, predicamos; y no nos quedamos ahí, plantamos, reciclamos,
reutilizamos, buscamos comercio de proximidad, limpiamos lo que otros ensucian.
En esencia predicamos con el ejemplo y, en ocasiones, llegamos al punto de la
heroicidad: nos encadenamos a árboles, nos enfrentamos a la maquinaria
industrial, nos interponemos en la caza de especies sensibles. Nos estamos
convirtiendo en guerreros, pero no sólo en defensa de la Naturaleza, sino en
defensa de todo cuanto nos convierte en seres libres, sanos, racionales y
felices.